El conflicto es un fenómeno natural en toda sociedad, es decir,
se trata de un hecho social consustancial a la vida en sociedad. Así mismo, las
disputas son una constante histórica, puesto que han comparecido en todas las
épocas y sociedades a lo largo de los tiempos. Incluso, el cambio social que
determina toda la dinámica de la vida de los seres humanos es una consecuencia que
debe ser imputada de modo mayoritario, aun cuando no de manera absoluta, al conflicto.
Por todo lo dicho, tampoco puede afirmarse que las contiendas
sociales sean algo anómalo, ya que constituyen una expresión normal de la vida
en sociedad; pero, en otro plano, ni siquiera puede predicarse de manera
generalizada que se trata de algo malo o negativo para la sociedad o las personas.
Aun cuando los dos últimos son juicios de valor, que se emiten dentro del
contexto de la filosofía, no de la sociología, igual habría que ver de qué
clase de conflicto se trata y si la motivaciones que impulsan a las partes en
la confrontación son justas o no, se hayan justificadas o no. Probablemente,
además, la calificación como inmoral o reprobable dada al conflicto o a las acciones
desplegadas por uno de los actores dentro de éste dependerá, en muchos casos,
del cristal con que se mire, o sea, de la posición desde la cual es observado y
ponderado el conflicto.
Es más, como ya se apuntó, lo cierto es que sin antagonismo
social no habría transformaciones sociales o éstas ocurrirían en forma
excesivamente lenta, lo que haría a la sociedad algo demasiado estático
(Dahrendorf, 1992; Coser, 1970).
El progreso social,
con frecuencia aparejado a la idea de cambio, es no pocas veces un efecto de
las luchas sociales. Por ejemplo, el radar, el sonar, los aviones a reacción,
el helicóptero, la energía nuclear, Internet, etc., son avances tecnológicos que
han transformado la vida de las personas y han emergido de graves choques
bélicos, de la amenaza de ellos o de los preparativos para enfrentarlos.
Incluso puede declararse que la vida sin conflicto será notablemente aburrida,
puesto para que no lo hubiera, todas las personas tendrían que pensar lo mismo,
pertenecer al mismo sexo, vestirse igual, seguir al mismo equipo, tener los
mismos gustos, todo lo cual es también un imposible fáctico. El conflicto,
puede decirse, si se permite la expresión, es la “sal” de la vida.
Silva, G.G. (2008) La teoría del conflicto, tomado de: http://www.redalyc.org/pdf/876/87602203.pdf
Enviado por
Jairo Acevedo Cruz
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