viernes, 11 de marzo de 2016

Métodos alternativos


QUE SON LOS CONFLICTOS 
manual para el conflicto
 Francisco A. Muños

Hace ya varias décadas que los investigadores de las ciencias sociales comenzaron a preocuparse por los conflictos, como una vía de explicar problemas y vicisitudes de los seres humanos. El objetivo era intentar comprender unitariamente las causas y dinámicas de las relaciones que establecemos. Gracias a esta preocupación se ha ido abriendo poco a poco el concepto de conflicto, de tal manera que cada vez ha sido más útil para explicar fenómenos grupales, sociales e incluso internacionales. 

Podríamos decir que somos conflictivos desde el inicio de nuestra historia como humanos. La cultura, que nos diferencia del resto de los animales, es desde el principio un instrumento que intenta definir los vínculos, mediar, establecer relaciones con el resto de los animales y la naturaleza y, sobre todo, con nosotros mismos. En todo el entramado de circunstancias «conflictivas» en las que vivimos la cultura, los valores, las normas de conducta o las instituciones, ayudan a establecer relaciones, a ordenar, a consensuar y a cooperar para abordar los diversos problemas con los que co-habitamos. 

Hay que reconocer además que los humanos tenemos la gran suerte de poder pensar, sentir, experimentar, aprender, transmitir y comunicar, de inventar continuamente nuevas situaciones que se diferencian de lo establecido, de lo conocido con anterioridad. Este es el punto de nuestra «genialidad», donde aparece la capacidad de crear o inventar (herramientas, tecnologías, hábitats, formas de agruparse o nuevos alimentos). Esto es lo que nos permite iniciar una evolución basada en la cultura más que en los cambios genéticos. También, como se puede comprender fácilmente, este espacio «evolutivo» es propenso para que aparezcan propuestas y posiciones diferenciadas que nosotros llamamos conflictos. Así, los conflictos nos han acompañado como especie desde el inicio hasta nuestros días, como un ámbito de cambio, variación y elección entre diversas posibilidades. Y el éxito de la especie ha dependido de la capacidad de socializar estas dinámicas del mismo, de tal manera que ante los ojos de un inexperto sería fácilmente reconocible que se están describiendo elementos, masas y energías que se podría decir que están en «conflicto» continuo.

Desde el big-bang, la formación de los agujeros negros, las galaxias, los planetas, y el propio planeta tierra, son fruto de estas tensiones. Detengámonos un poco sobre nuestra condición de simples criaturas vivientes. Los procesos evolutivos, y en consecuencia los seres vivos, estamos sujetos a las leyes de la física y de la química. La mecánica, por ejemplo, impone las leyes en la morfología de los animales, el peso debe ser manejado por los órganos de locomoción, ya sea en tierra, en agua o en aire, y esto condiciona todos sus movimientos y sus relaciones con otras especies; la composición química de un organismo le dará mayores probabilidades en un entorno con unos u otros elementos; etc. Estas leyes condicionan directamente la vida de los humanos en todos los aspectos: en qué entorno físico vivir, qué materias primas necesitar, qué plantas ingerir, que aguas beber, con qué animales convivir, etc. 

Con la aparición de la vida se introducen ciertas novedades en la gestión de la energía ya que con esta cualidad los organismos se oponen y resisten a la degradación de su entorno, gracias a un mayor grado de organización en sus estructuras, lo que le permite un uso más óptimo de los recursos y la energía disponibles. Aunque no lo parezca, conseguimos sobrevivir a costa de crear más desorden en el medio en que vivimos, con lo que tenemos que habilitar mecanismos para que el intercambio de energía, recursos e información sea posible y se pueda reproducir en un futuro más o menos inmediato. Aunque esta última propensión está limitada por la tendencia –lógica por otra parte– de acomodar el orden interno a las condiciones impuestas por la realidad de su entorno. Los seres humanos no somos una excepción a estas reglas. En realidad son problemas de gestión de la energía y de adaptación al medio, de tal manera que la selección natural favorece aquellos genotipos (códigos gené- ticos) cuyos fenotipos (manifestaciones externas de los anteriores) tienen mayores habilidades para ejecutar nuevas funciones y reproducirse en el medio (aunque esto no quiere decir que el azar haya elegido previamente los genotipos y sus relacionados fenotipos mejores). Desde la perspectiva anterior es evidente que los seres vivos están inmersos en la «conflictividad» de la física del universo, pero a partir de su existencia y su participación interesada en compartir los recursos existentes esta «conflictividad» adquiere unas manifestaciones cualitativamente distintas. Además los «divergencias» y convertirlas en energía creativa. 

Dicho de otra forma: la vida sin conflictos sería muy aburrida, probablemente no sería ni vida. [V. I.3. Vivir con la Paz y los conflictos] Inicialmente la mayor preocupación estuvo centrada en la necesidad de reconocer los procesos de la violencia, cuáles eran sus causas, por que se producía. Así se comprendió que había necesidades e intereses de cada grupo que la propiciaban, que cuando eran gestionados como contrapuestos podían producir perjuicio y daño a alguna de las partes implicadas. [V. IX. Qué es la violencia] Con el paso de tiempo también se comprendió que los conflictos –por supuesto tampoco la paz– no eran siempre un momento peligroso –antesala de la violencia–, sino que bien gestionados había muchos conflictos que en su propio discurrir habían ido siempre del lado de soluciones o regulaciones pacíficas. 

Es más ahora reconocemos que la mayor parte de los conflictos se han regulado pacíficamente a lo largo de la historia. [V. I. La Paz] Así se ha llegado a considerar que la teoría de los conflictos puede que sea uno de los aportes más valiosos de los estudios sociales de las últimas décadas para interpretar las relaciones entre las personas, los grupos y la propia especie. Ya que a través de los conflictos es posible comprender las redes de relaciones, el papel de los valores y las ideas, las conductas y comportamientos, la distribución del «poder» y los mecanismos de cambio. El conflicto es un concepto central para la explicación de la dinámica de las entidades humanas (individuos, grupos y especie). Evidentemente el giro epistemológico –es decir, un cambio en nuestras formas de pensar–, del que hablábamos en el primer capítulo sobre la paz, debe alcanzar también a los conflictos. Estos forman parte de la base teórica que nos permite explicar la paz o la violencia. Por tanto es importante que organicemos lo mejor posible nuestro conocimiento al respecto para renovar los presupuestos de partida, que en definitiva nos pueden ayudar a pensar y buscar la paz desde la paz, lo que llamábamos «paz imperfecta». [V. XVI. Agendas de la Paz] Por lo tanto en las próximas páginas es obligado intentar una mirada abierta y creativa del conflicto, para poder comprender y aprehender mejor nuestra realidad.

Publicado: Mateo Gomez Rincon

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