QUE SON LOS CONFLICTOS
manual para el conflicto
Francisco A. Muños
Hace ya varias décadas que los investigadores de las ciencias sociales
comenzaron a preocuparse por los conflictos, como una vía de explicar problemas
y vicisitudes de los seres humanos. El objetivo era intentar comprender
unitariamente las causas y dinámicas de las relaciones que establecemos. Gracias a
esta preocupación se ha ido abriendo poco a poco el concepto de conflicto, de
tal manera que cada vez ha sido más útil para explicar fenómenos grupales,
sociales e incluso internacionales.
Podríamos decir que somos conflictivos desde el inicio de nuestra historia como
humanos. La cultura, que nos diferencia del resto de los animales, es desde el
principio un instrumento que intenta definir los vínculos, mediar, establecer
relaciones con el resto de los animales y la naturaleza y, sobre todo, con
nosotros mismos. En todo el entramado de circunstancias «conflictivas» en las
que vivimos la cultura, los valores, las normas de conducta o las instituciones,
ayudan a establecer relaciones, a ordenar, a consensuar y a cooperar para
abordar los diversos problemas con los que co-habitamos.
Hay que reconocer además que los humanos tenemos la gran suerte de poder
pensar, sentir, experimentar, aprender, transmitir y comunicar, de inventar continuamente
nuevas situaciones que se diferencian de lo establecido, de lo conocido con anterioridad.
Este es el punto de nuestra «genialidad», donde aparece la capacidad
de crear o inventar (herramientas, tecnologías, hábitats, formas de agruparse o
nuevos alimentos). Esto es lo que nos permite iniciar una evolución basada en
la cultura más que en los cambios genéticos. También, como se puede comprender
fácilmente, este espacio «evolutivo» es propenso para que aparezcan
propuestas y posiciones diferenciadas que nosotros llamamos conflictos.
Así, los conflictos nos han acompañado como especie desde el inicio hasta
nuestros días, como un ámbito de cambio, variación y elección entre diversas
posibilidades. Y el éxito de la especie ha dependido de la capacidad de socializar estas dinámicas del mismo, de tal manera que ante los ojos de un inexperto sería
fácilmente reconocible que se están describiendo elementos, masas y energías
que se podría decir que están en «conflicto» continuo.
Desde el big-bang, la
formación de los agujeros negros, las galaxias, los planetas, y el propio planeta
tierra, son fruto de estas tensiones.
Detengámonos un poco sobre nuestra condición de simples criaturas vivientes.
Los procesos evolutivos, y en consecuencia los seres vivos, estamos
sujetos a las leyes de la física y de la química. La mecánica, por ejemplo,
impone las leyes en la morfología de los animales, el peso debe ser manejado
por los órganos de locomoción, ya sea en tierra, en agua o en aire, y esto
condiciona todos sus movimientos y sus relaciones con otras especies; la
composición química de un organismo le dará mayores probabilidades en un
entorno con unos u otros elementos; etc. Estas leyes condicionan directamente
la vida de los humanos en todos los aspectos: en qué entorno físico vivir,
qué materias primas necesitar, qué plantas ingerir, que aguas beber, con qué
animales convivir, etc.
Con la aparición de la vida se introducen ciertas novedades en la gestión
de la energía ya que con esta cualidad los organismos se oponen y resisten a la
degradación de su entorno, gracias a un mayor grado de organización en sus
estructuras, lo que le permite un uso más óptimo de los recursos y la energía
disponibles. Aunque no lo parezca, conseguimos sobrevivir a costa de crear
más desorden en el medio en que vivimos, con lo que tenemos que habilitar
mecanismos para que el intercambio de energía, recursos e información sea
posible y se pueda reproducir en un futuro más o menos inmediato. Aunque
esta última propensión está limitada por la tendencia –lógica por otra parte–
de acomodar el orden interno a las condiciones impuestas por la realidad de su
entorno. Los seres humanos no somos una excepción a estas reglas.
En realidad son problemas de gestión de la energía y de adaptación al medio, de
tal manera que la selección natural favorece aquellos genotipos (códigos gené-
ticos) cuyos fenotipos (manifestaciones externas de los anteriores) tienen
mayores habilidades para ejecutar nuevas funciones y reproducirse en el medio
(aunque esto no quiere decir que el azar haya elegido previamente los genotipos
y sus relacionados fenotipos mejores).
Desde la perspectiva anterior es evidente que los seres vivos están inmersos en
la «conflictividad» de la física del universo, pero a partir de su existencia y su
participación interesada en compartir los recursos existentes esta «conflictividad»
adquiere unas manifestaciones cualitativamente distintas. Además los
«divergencias» y convertirlas en energía creativa.
Dicho de otra forma: la vida sin
conflictos sería muy aburrida, probablemente no sería ni vida. [V. I.3. Vivir con la
Paz y los conflictos]
Inicialmente la mayor preocupación estuvo centrada en la necesidad de
reconocer los procesos de la violencia, cuáles eran sus causas, por que se producía.
Así se comprendió que había necesidades e intereses de cada grupo que la
propiciaban, que cuando eran gestionados como contrapuestos podían producir
perjuicio y daño a alguna de las partes implicadas. [V. IX. Qué es la violencia]
Con el paso de tiempo también se comprendió que los conflictos –por supuesto
tampoco la paz– no eran siempre un momento peligroso –antesala de
la violencia–, sino que bien gestionados había muchos conflictos que en su
propio discurrir habían ido siempre del lado de soluciones o regulaciones
pacíficas.
Es más ahora reconocemos que la mayor parte de los conflictos se han
regulado pacíficamente a lo largo de la historia. [V. I. La Paz]
Así se ha llegado a considerar que la teoría de los conflictos puede que sea uno
de los aportes más valiosos de los estudios sociales de las últimas décadas
para interpretar las relaciones entre las personas, los grupos y la propia especie.
Ya que a través de los conflictos es posible comprender las redes de relaciones,
el papel de los valores y las ideas, las conductas y comportamientos, la
distribución del «poder» y los mecanismos de cambio. El conflicto es un concepto
central para la explicación de la dinámica de las entidades humanas (individuos,
grupos y especie).
Evidentemente el giro epistemológico –es decir, un cambio en nuestras formas
de pensar–, del que hablábamos en el primer capítulo sobre la paz, debe
alcanzar también a los conflictos. Estos forman parte de la base teórica que nos
permite explicar la paz o la violencia. Por tanto es importante que organicemos lo
mejor posible nuestro conocimiento al respecto para renovar los presupuestos
de partida, que en definitiva nos pueden ayudar a pensar y buscar la paz desde la
paz, lo que llamábamos «paz imperfecta». [V. XVI. Agendas de la Paz]
Por lo tanto en las próximas páginas es obligado intentar una mirada abierta y
creativa del conflicto, para poder comprender y aprehender mejor nuestra realidad.
Publicado: Mateo Gomez Rincon
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